Feminismo y Memoria
Si es necesaria la existencia de las organizaciones feministas, si hace falta seguir reivindicando el 8M, es porque la igualdad real dista mucho de estar al alcance de nuestras manos.
La desigualdad ha limitado a las mujeres y nos ha arrinconado durante décadas. Ha sido así en la esfera pública, en los hogares, en el mundo laboral… y también en la Historia. Porque la Historia, con mayúscula, ha estado tradicionalmente escrita por y para los hombres y en pocas ocasiones ha recogido nombres femeninos. Si lo hacía era para señalar a aquellas mujeres que hicieron algo extraordinario (y en muchísimas ocasiones incluso a ellas se las silenció, como vemos con multitud de científicas, matemáticas o médicas).
Y si nos vamos a lo cotidiano sucede lo mismo. Al contrario de lo que ha ocurrido con nuestros compañeros varones, en pocas ocasiones se ha hablado de las mujeres anónimas, de las que nunca aparecerán en los libros de texto, pero cuya labor callada contribuyó a hacernos como somos hoy, a crear la sociedad de la que ahora disfrutamos. Nunca se habló de la dureza de las tareas del hogar que las mujeres han desarrollado en solitario en muchas ocasiones compaginándolas con labores en el campo, en talleres o en negocios familiares.
Este déficit se multiplica cuando hablamos de la Guerra Civil y la Dictadura. Multitud de ensayos, libros, películas… hablan de cómo la vivieron los hombres en las trincheras, en el monte, en el campo… Pero pocos nos explican cómo tuvieron que desenvolverse las mujeres durante una de las etapas más oscuras de nuestra historia. Muchas de ellas, solas por la desaparición, la ausencia o el asesinato de sus maridos, tuvieron que luchar con altas dosis de valor, fortaleza e imaginación para sacar adelante a sus familias. Otras sintieron la violencia en sus propias carnes, una violencia explícita contra las mujeres por el mero hecho de serlo. También por ser familiares o amigas de rojos. Durante la Guerra Civil y la Dictadura hubo una represión específica para ellas: fueron encarceladas, torturadas, violadas, asesinadas, humilladas públicamente e incluso despojadas de lo más sagrado para una madre, sus hijos.
Poco se habló de su privación de derechos. Durante la dictadura quedaron empequeñecidas, sus nombres incorporaron diminutivos con los que las convertían en niñas “desvalidas” que no podían conducir, tener una cuenta bancaria ni en la mayoría de los casos albergar aspiraciones más allá de aprender a coser, cocinar y complacer a un marido. Encorsetadas por las enseñanzas de la Sección Femenina, la Iglesia, los medios de comunicación y las leyes, apenas podían respirar. Todo era pecado. Pasaban de la tutela paterna a la marital.
Todas esas mujeres son nuestras abuelas.
Su lucha, sus vivencias, han estado silenciadas durante décadas. No se ha buceado en su sufrimiento, cuya reparación exige como mínimo dar a conocer sus vidas.
Por eso hace ahora tres años, un grupo de periodistas de distintos lugares de España, con el punto de partida del 8M2018, tomamos la determinación de recoger esas vivencias de nuestras propias abuelas en el libro Nietas de la Memoria. Porque lo que ellas pasaron merece recordarse y aparecer en los libros tanto como lo que pasaron ellos.
Un proyecto al que hemos dado continuidad en www.nietasdelamemoria.com a través del blog Otras Nietas. En él recogemos las historias de otras mujeres que sufrieron también durante la guerra y la posguerra, contadas por sus descendientes. Porque ese diálogo intergeneracional ha de mantenerse. Porque muchas de nuestras abuelas ya no están y otras se van marchando poco a poco. Más aún en un año como éste, en que la pandemia ha cercenado la generación de supervivientes de la Guerra Civil. Muchas (y muchos) se han ido sin que podamos documentar cientos, miles de vivencias que nadie podrá recoger ya. Elaborar un mapa de la memoria de las mujeres, para que nada de eso caiga en el olvido, es más urgente que nunca.
Porque para construir el futuro es necesario conocer de forma consciente el pasado. Nuestras abuelas quizá nunca pronunciaron la palabra feminismo. Pero su lucha, su valentía, su resiliencia y su empeño en construir un mundo mejor para sus hijos a pesar de las dificultades, plantaron la semilla de la lucha en las generaciones posteriores.
Si hemos llegado hasta aquí, si ahora podemos salir a la calle a clamar por la igualdad, es porque quienes nos han precedido han desarrollado su propia lucha. En la esfera pública, pero sobre todo en la privada, en el anonimato, en el hogar. Es de justicia reconocerlas e imprescindible estudiarlas. Para no olvidar de dónde venimos, para rendirles homenaje y para que podamos seguir avanzando.
La desmemoria repercute negativamente en el reconocimiento de la lucha feminista… siempre estuvo ahí, aunque a veces no llevara ese nombre. Los tiempos han cambiado, cierto, pero todavía queda mucho camino por andar. Si echamos la vista al pasado, si las conocemos y recordamos, recibiremos todo su impulso. Y entonces nada nos podrá parar.
Noemí San Juan, periodista y coautora de Nietas de la Memoria