Por Raquel Plou Tello
Cuando oímos hablar de cuidados, hogar, cocina, limpieza… nos viene a la cabeza una mujer. Porque ellas siempre han estado asociadas a estas labores, han sido las que han tenido que hacerse cargo de las tareas del hogar y los niños mientras su marido era el sustento económico de la familia. Y ahora, en pleno siglo XXI, se nos sigue haciendo raro ver a un enfermero o auxiliar, a un hombre cuidando a una persona mayor, haciendo de niñero o limpiando una oficina.
Lo mismo ocurre a la inversa. ¿A que te cuesta imaginar a una camionera, una mecánica o una técnica de sonido? Todos estos estereotipos vienen marcados por una gran desigualdad que, como en tantos otros ámbitos, se encuentra en lo laboral y hace que las mujeres tengamos que estar constantemente justificándonos, demostrando que somos igual de capaces que los hombres para hacer una determinada labor o intentando que nuestras opiniones se pongan a la misma altura que la de nuestros compañeros varones.
A pesar de las políticas de igualdad que se están implantando, las mujeres siguen cobrando una media de 5.000€ menos que los hombres al año y el número de mujeres directivas en España todavía se encuentra en el 34%. A la brecha salarial y el techo de cristal se suman otros obstáculos, como que te despidan por quedarte embarazada, que te llamen ‘marimandona’ por liderar un equipo o dar exactamente las mismas órdenes que cualquier otro directivo, que te contraten solamente ‘para alegrar la vista a los clientes’ o que seas diariamente cuestionada por cada decisión que tomas.
Esta realidad ha sido reflejada en el documental “En la brecha” (2018), dirigido por Claudia Reig. El audiovisual cuenta con los testimonios de siete mujeres que trabajan en profesiones ‘masculinizadas’. Entre ellas, una expiloto militar y entrenadora de fútbol asegura los problemas con los que se encontró al entrar al ejército, ya que la ropa de piloto sólo estaba pensada para hombres; una CEO de eSports dice no estar incluida en los grupos de WhatsApp de empresarios por el contenido machista que se envía a diario; o una estibadora del puerto de Valencia afirma que la máquina que utiliza no sabe si las manos que la manipulan son de mujer u hombre, lo único que sabe es que se está realizando un trabajo eficiente.
Este relato pone de manifiesto que la normalización de la mujer realizando este tipo de trabajos y ocupando cargos de responsabilidad es el primer paso para que el acceso a estas profesiones sea más fácil y que todas las que vengan detrás ya cuenten con referentes en todos los ámbitos. Igual que hay mujeres médicas o enfermeras, profesoras o científicas también hay mujeres empresarias, militares o conductoras. Ahora, más que nunca, es esencial poder elegir libremente y que ninguna mujer deje de dedicarse a lo que realmente le gusta, porque las profesiones no entienden de género.
No queremos cobrar más, no queremos mejores trabajos, no queremos más privilegios que los hombres. Queremos que se nos tenga en cuenta, que se nos valore, que se nos respete. Queremos lo mismo. Queremos igualdad.