La violencia contra la mujer ha sido una de las más potentes armas de guerra desde que el hombre es hombre. Han cambiado las armas, las defensas, la equipación, el medio, las estrategias, el volumen de personas en enfrentamiento, pero atacar específicamente y en castigo a la mujer, con un efecto sexual, sigue siendo característica común a los conflictos desde hace milenios.
Si tiene dudas, Gervasio Sánchez se lo demuestra en la exposición “Violencias contra mujeres en conflictos internacionales”. Es una gran colección: grande en formato, en número, en calidad artística e informativa, y sobre todo en humanidad. En los ojos de cada una de las niñas o mujeres leemos un espeluznante capítulo de los sufrimientos que dejan las guerras, y más específicamente a ellas: violaciones, mutilaciones en serie, prostitución infantil, niñas soldado, discriminación de género, matrimonios salvajes, embarazos y maternidades desarrollados en condiciones extremas, la ausencia de derechos, de voz, de visibilidad.
Y todo esto en todos los rincones del globo terráqueo. Jamila ha muerto con 17 años en Afganistán. La llevaron a suicidarse ante un matrimonio que le horripilaba. Eusebia “la seca”, una niña de Guatemala, es prostituta. Cobraba más que las demás precisamente por ser pequeña. Qué habrá sido de ella. Tyti, en Sierra Leona, con 15 años está en un centro de recuperación de niñas soldado. Sus ojos lo dicen todo. María Eugenia, de Colombia, fue violada por los paramilitares delante de su marido y sus hijos.
No son historias lejanas, exóticas, que nada tienen que ver con nuestro mundo cotidiano. Son familias de vecinos que viven en nuestra ciudad. Son las que salen en la tele, que arriesgan su vida y la de sus hijos en la ruleta de rusa que supone poner un pie en una patera rumbo a Europa. Son las que están trabajando como esclavas en ese club de carretera con luces de colores que quieren apagar sus brillos.
Y lo que han sufrido, la desaparición de familiares por causa política, la humillación por ser del bando perdedor, las violaciones como represión de guerra, eso también lo sufrieron nuestras abuelas y bisabuelas.
¿Realmente la lucha por la igualdad en España está tan lejos de la suya? La respuesta se la da esta exposición en el Centro de Historias de Zaragoza hasta el 23 de febrero.
Maite Puntes